La vi por primera vez en una foto. Una rosa dorada, hecha de lata, nacida del metal y no de la tierra. Era brutal y delicada a la vez. Me detuve. Volví a mirar. El perfil decía “Unicornia”. No sabía quién era, pero algo en esa imagen me hablaba de resistencia, de belleza que no pide permiso. La contacté por redes. Quería saber más. Quería entender cómo alguien podía convertir lo descartado en ritual.
Julieta me respondió con generosidad. Me abrió las puertas de su mundo: un espacio donde el aluminio reciclado se transforma en jardines dorados, donde cada rosa es una ofrenda. “Creo que el estilo visual es una consecuencia de operaciones filosóficas y poéticas que son el alma de la obra más allá de su apariencia… le llamamos ‘el aura del arte’: es la esencia, y se configura en el estilo”
“Mi búsqueda desde pequeña siempre fue transmitir y crear belleza y valor: Platón habla de lo bello como lo que es noble, bondadoso, como para mí lo es el reciclaje, y de lo bello como imitación de la Naturaleza, las formas orgánicas, femeninas” y eso se refleja en cada una de sus rosas e instalaciones.
Su obra es un cruce de caminos estéticos. Barroco, kitsch, brutalista, pop. “Descubrí el Barroco en mis rosas: lo abundante, desbordante, ornamental, lo teatral. También lo kitsch, esa belleza disruptiva. Pero lo que hago también es brutalista: me encanta la tensión entre lo industrial y lo delicado, lo trash y lo naif. Y es pop, porque el pop es transformar lo cotidiano en icónico”.
El aluminio no es solo materia prima: es metáfora. “En las rosas de lata, el poema habla sobre el brillo que en principio nos cuesta reconocer o admirar… como en el caso del aluminio, que es fascinante: brilla, pero además es infinitamente reciclable. Encierra la resiliencia misma de la obra”.
Y esa resiliencia atraviesa también su biografía. “Soy una artista autorreferencial, mi obra es un reflejo de mi vida. Para mí se trata de hallar lo resistente en lo frágil y lo frágil en la resistencia. Todo argumento de belleza es una forma de resistir en este mundo”.
Julieta se viste con sus propias flores, pero no por estética: por sanación. “En verdad la obra cumplió un rol en la construcción de mi cuerpo. El arte me sana, me obliga a cuidarme. La instalación es un mundo que existe dentro mío y me brinda comfort” Arte y cuerpo se vuelven uno “la forma en que irrumpo con mí cuerpo es una constante investigación y una práctica de autoconocimiento. Soy parte de la instalación? Sí. Y ella es una extensión de mí”
“La mayoría de mis rosas son doradas, excepto las de la pieza Miriñaque, que es una performance donde yo porto un miriñaque artesanal y supra reciclado intervenido con mis rosas, pero el color de la pieza es beige: es mi búsqueda por reconocer mi humanidad en la obra, mi propia piel y sensibilidad.” comenta añadiendo además que “Miriñaque” es el nombre de un caballo que de alguna manera se convirtió en inspiración.
“Unicornia es una artista pop ambientalista, soñadora e idealista. Disruptiva, dulce, tierna y aterradora. Me gustaría que mi obra hablara por mí. Soy todo lo que entrego en mi arte.”
Julieta namuncurá
Sus raíces mapuches son brújulas. “Desde que nací tengo un sentimiento de propósito y tarea asignada. Siempre soñé con mis ancestros y seguí sus consejos. Soy el anhelo de mis ancestros. Yo los amo y les agradezco por todo lo que hicieron, todos los miedos que enfrentaron, sus batallas, hubo mucho dolor y sacrificio en mí árbol genealógico. Pero hoy lo que más quiero es construir un legado de paz.. Vivo mi obra como una ofrenda a la vida”.
Julieta es sobrina tercera del beato Ceferino Namuncurá, figura espiritual y símbolo de resistencia indígena. En su voz, ese linaje no es herencia distante, sino fuerza viva. Cada rosa parece contener esa memoria: una flor metálica que honra la tierra, incluso cuando no brota de ella. “Cada montaje es un ritual para mí y es mí necesidad realizarlos. Aunque también tuve que aprender a cuidarme mucho y ser selectiva. Después de casi dos años estoy retomando la exposición con mucha atención a lo que me dice mí corazón. Esto es ser una mujer mapuche para mí.”
Más allá de lo estético, Unicornia insiste en lo social. Comparte talleres gratuitos, recibe y da comunidad. “Hacer parte del proceso a otros es lo más lindo que entrego como artista. Me hago permeable a los abrazos y asumo el rol de ser una Unicornia, dando brillitos, amor y buenas vibras”.
En el camino del compartir ella se reconoce egoísta “los procesos participativos enriquecen a mí obra de muchas maneras, tanto como enriquece al mundo. No lo hago por los demás. Lo hago por como a mí me hace sentir. Llena de amor me siento, para dar y más aún lo que recibo.”
Su sueño futuro es el “Palacio de Rosas”: mitad galería, mitad santuario. Un espacio inmersivo donde cada visitante pueda reencontrarse con su propio brillo. “Me gustaría que alguien saliera de allí inspirado para creer en sus propios sueños, para valorar su propio proceso y aflorar su propio brillo en este mundo”.
Hay algo en sus rosas que me recuerda a mi propia búsqueda: encontrar belleza en el caos, convertir lo cotidiano en símbolo, lo íntimo en manifiesto. En cada pétalo de lata, hay una historia que resiste. Y en cada gesto de Unicornia, una luz que no se apaga.
Fotos gentileza Julieta Namuncurá.
Locación @almaequina.eyb