Mientras el espejado ascensor del edificio en donde vivo me transporta hasta «un piso antes del séptimo cielo» hago zoom en mi pelo, hurgo mi cabeza con mis dedos y observo como el gris se mezcla con mi castaño oscuro natural. Pienso en lo valiente que soy por no teñirme desde el año pasado, y no porque la cuarentena me obligó a encontrarme cara a cara con mis casi cuatro décadas de vida en un espejo. Me digo a mí misma que me gustaría leer un artículo feminista sobre este tema. Enseguida dudo. Creo que hablar de mis canas no sería un artículo sobre el empoderamiento de las mujeres.
Pero, por qué no?
Tal vez porque empoderarse, esa palabra tan cliché hoy, implicaría que todo un colectivo oprimido por el mandato de la ideología de la belleza y la juventud femenina, de pronto se diese cuenta que aplicarse tinturas agresivas casi todos los meses desde la más tierna juventud, nos somete a un ideal de belleza impuesto por el mercado (patriarcal). Además implicaría una rebelión al estilo de resistencia foucaultiano, ese que nos dice que la mejor forma de no hacerle el juego al sistema, es darle la espalda, aceptarnos tal y como somos; y generar lugares de agenciamiento diferentes a los propuestos.
Pero entonces, mientras creo que intento escribir una nota sobre un tema que no será, veo por redes sociales que en este contexto por el covid-19 y por estar cerradas las peluquerías por no ser una actividad esencial, la mediática Carla Conte, que alguna vez se dejó cortar la mini pollerita en vivo por Marcelo Tinelli en su programa, ahora se muestra en un video de instagram, con un enamoramiento repentino hacia los 5 cm de canas que se revelan en su coronilla, haciéndole frente a la tintura hegemónica de las apariencias. Avisa sonriente y convincente a sus seguidores que «está flasheada» y que está decidida a que ese sea su nuevo aspecto. Pero claro, Carla, dejó de ser la joven veinteañera que alguna vez fue, mostrando su cuerpo hegemónico en los medios, antes que sus aptitudes para el periodismo, y entonces, hasta su video casero, tiene un tufillo a publicidad y «selflove» en un intento por capturar seguidores. De todos modos, lejos de cuestionar, buscando y encontrando aceptación, y más en este contexto de cuarentena e incertidumbre, «Carla Conte somos todas», diría la faraona, el seudónimo del youtuber Martín Cirio.
Pero entonces, me doy cuenta que esta nota tampoco será sobre la aceptación y el amor propio. No lo será, porque la autoestima, la belleza interior y la teoría sobre la división de la mente-cuerpo implicaría reconocer, siguiendo el aporte del psicoanalista Jacques Lacan, que las subjetividades no son una mera expresión individual sino también una construcción social que nos constituye y condiciona.
Para inspirarme sobre el enfoque de una nota que no estaría pudiendo ser, reviso notas y artículos sobre la «canosidad». La tendencia cool desde hace un pequeño tiempo histórico es tener el pelo gris. Si antes la cabellera grisácea en una mujer de mediana edad era interpretado como signo de vagancia, suciedad y dejadez, que hasta podía costarle no franquear una entrevista laboral, hoy, LA MODA dice que: Ya no más! Podés dejarte esas canas que te asoman, porque en la actualidad son signo de elegancia, seriedad e inteligencia. Eso sí, para ilustrar las notas se muestran fotografías de cabelleras teñidas en peluquería! Todas melenas perfectamente grises, plateadas o decoloradas en mujeres jóvenes, aunque las notas busquen «empoderar» a mujeres de más de 40 años.
Y entonces vuelvo a decirme que no. Que escribir sobre canas no será un tema feminista. Vos crees – me repito en loop- que frente a temáticas como los femicidios, la feminización de la pobreza, la explotación sexual de mujeres, niñes y otras minorías en el contexto mundial actual, el tema de la imposición de estereotipos de belleza hegemónica no sería más que frivolidad del tipo «white people problems»?
¿Y entonces, donde se ensamblará escribir sobre la reflexión de dejar el pelo libre de agresiones estéticas innecesarias? …
¿Será un manifiesto de rebeldía frente a la imposición de nuestro pelo por intentar encajarlo en cánones de la eterna juventud?
¿Será una declaración formal a las autoridades del patriarcado, explicándoles que muchas mujeres estamos hartas de que en las publicidades, hasta para vendernos un laxante, ser linda es y debe ser el fin máximo de todas?
En el proyecto «Mujeres Que No Fueron Tapa», la artista y comunicadora argentina Lala Pasquinelli, busca derribar prejuicios sociales de belleza hegemónica para lograr la visibilización de todas las mujeres. Trabaja cotidianamente cuestionando la violencia simbólica de los medios de comunicación, y resalta que como colectivo, al estar bombardeadas por imágenes constantes de un sólo tipo de belleza, «nuestros deseos están condicionados por los estereotipos de género que nos imponen desde que nacemos».
Por ello, en sus reiterados análisis sobre publicidades argentinas destinadas a la audiencia femenina, Pasquinelli reconoce que desde hace un tiempo, los medios transmiten de manera reiterativa mensajes «seudo empoderantes» para intentar vendernos infinidad de productos. Todos los problemas endémicos por las que feministas vienen luchando históricamente, podrían solucionarse si confiamos en nosotras mismas. Si nos sentimos lindas, automáticamente el mundo deslizaría la alfombra roja del empoderamiento a nuestros pies y conseguiríamos todo aquello que nos propondríamos. Cuestionar? Colectivizarnos? Tejer redes feministas? Para qué?…sólo basta sentirnos LINDAS.
Amor propio y aceptación. Las notas y artículos sobre canas y autoestima se cuentan por miles. Que los cambios por aquí y las tendencias en la moda por allá, pero casi ninguna nos cuenta sobre la importancia de las canas y nuestra salud. Sólo indagando de manera especializada en los buscadores, se encuentran artículos que revelan que el hecho de teñirnos el pelo regularmente conlleva diversas consecuencias a nuestro organismo. Por supuesto que los daños, que van desde resequedad y caída del pelo hasta deterioro en nuestros riñones, varía si se utilizan productos de tintura de más o menos calidad. Esto hace suponer que las mujeres de menores recursos siempre fueron, son y serán, las más afectadas en su salud, al momento de solventar su estética ante la presión por encajar en el estereotipo de belleza hegemónico.
Mi vecina es una mujer joven, tiene 42 años y luce un hermoso cabello plateado ondulado. Tenemos una relación cordial en las que ella siempre pareciera estar relajada. Se viste al estilo hippie chick y a veces la he escuchado tararear canciones. Tiene una voz suave al hablar, como susurrando. La veo como una elfa en la ciudad. Una vez le pregunté por su pelo y para mi sorpresa, me contó que no iba a la peluquería, que había aprendido a amar ese pelo blanco, no tanto por ella, sino porque comenzó a recibir halagos durante el rápido proceso en que su pelo se «transformó». En un momento, mientras me contaba, su mirada viró a una más pensativa, como rememorando me dijo que su cabellera se fue blanqueando irreversiblemente cuando comenzó a sentirse estresada y con ataques de angustia, ante el acoso sexual de un compañero de trabajo intocable e impune. «A la semana de mi primer ataque de pánico, comenzaron a salirme mechones blancos. Era de no creer. Me angustié, renuncié al trabajo y la incertidumbre en que me encontré fue peor. A los pocos meses, ya lo tenía así, como ahora». Todo eso me lo contó de la misma manera que otras cosas más triviales: suave, inalterable y serena, como si hablase de otro ser que ya no es.
Desde hace un tiempo, se sabe que las canas no sólo se producen como consecuencia de los genes y el envejecimiento natural, sino que el stress y la alimentación influyen mucho a la hora de acelerar los procesos de blanqueamiento del cabello. Recién este año, se conocieron resultados de estudios llevados adelante por la Universidad de Harvard (y publicados en la revista Nature) que revelan la asociación de que las canas en personas jóvenes pueden relacionarse con problemas de salud en el hígado, por ejemplo. Por lo tanto, siempre deberíamos estar atentas y testeando nuestro cuerpo, comprendiendo que puede ser una fuente de información si sabemos interpretar señales. Así las canas serían un síntoma de mucho más que estética, sobre todo si éstas comienzan a aparecer en nuestra juventud.
Aunque esta nota definitivamente no se tratará de opinar sobre los cuerpos de las mujeres por su aspecto, según el mundo simbólico y semiótico en el que nos movemos, todo pareciera indicar que hasta en las generaciones hay estereotipos autorizados en los medios de comunicación. La premisa de “El mito de la belleza” de Naomi Wolf es que, conforme avanzan las mujeres en la obtención de mayores libertades, derechos e igualdad, mayor ha sido el imperativo sociocultural que exige su adherencia a una ideología de belleza esclavizante que ha reemplazado la anterior ideología doméstica.
Es así como pareciera que si sos mujer, de los 20 a los 30, el espacio público te habilita siempre y cuando seas una bomba hot sexy que se anime a usar transparencias o ropa mínima hasta para presentar noticias, al estilo Sol Pérez o Romina Malaspina. Cuanto más acatamiento a los cánones irreales de belleza establecidos, mayor éxito y mayor vigencia en los Mass media. Después de los 35 años, ya estarías habilitada para pasar a ser más una versión María Kodama o Adriana Amado. Cabelleras grises perfectamente tratadas en peluquerías de altísimo nivel que denotarían elegancia, seriedad y hasta inteligencia, aunque no te hayas esmerado en desarrollarla a lo largo de tu vida.
En «El mito de la belleza» además, la escritora norteamericana argumenta que los parámetros de belleza son históricamente cambiantes y expresión de las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Por lo que los estereotipos de belleza femenina son una de las estrategias del patriarcado para conservar la dominación masculina. Por eso al final, este texto estará siendo lo que estás leyendo para que podamos elegir y saber por qué elegimos cuando creemos que elegimos libremente. Otra escritora, la brillante Virginia Woolf nos dejaba como legado que «la belleza debe romperse a diario para permanecer hermosa». Por eso, por todo esto que este artículo no pudo ser, al intentar encajarlo en un tema feminista, es que al final, es un montón de cosas más, libre de categorías esclavizantes. Libre.