¿Te preguntaste alguna vez quién hizo la ropa que tenés puesta? ¿Te cuestionaste porqué algunas marcas son tan baratas? ¿Qué dirías o sentirías si te enteras que las zapatillas o la ropa que compraste la última temporada las cosieron manos de niñxs?
La Organización Internacional del trabajo estima que ya hay 152 millones de niños en situación de trabajo infantil, de los cuales 72 millones realizan trabajos peligrosos. Hace más de 100 años que este tema se debate y se lo busca erradicar.
La explotación textil no es novedad. Existen aún en estos tiempos fábricas de grandes marcas ubicadas en países subdesarrollados. Esta situación se ha querido esconder durante años, pero episodios trágicos lo sacaron a la luz muchas veces. El trabajo infantil en la industria textil existe y gran parte de la población es consciente de esto.
Este año la OIT y UNICEF propone centrarse en el impacto que la crisis actual generará en el trabajo infantil. La pandemia mundial golpea lo económico y laboral. Produce consecuencias negativas en la vida y los medios para subsistir de las personas. Los niños son los más vulnerables y este contexto les hará las cosas más difíciles aún. Se teme que el número de niñxs trabajadores podría incrementarse nuevamente.
Es tiempo de ser consumidores conscientes. Cuesta creer que aún tengamos que hablar de trabajo esclavo, pero por desgracia aún el número es muy alto. Y si pensamos en niños que trabajan en condiciones insalubres, para que en los shoppings se expongan prendas hechas con dolor y restando horas de juegos, es muy angustiante.
Es momento de ser responsables a la hora de elegir y consumir moda. Interesarnos por quién estuvo a cargo de confeccionarla. Valorar el trabajo textil es la mejor forma que tenemos para erradicar la explotación. No desde la culpa, sino desde la acción.
Cuando elijas tu próxima prenda lee la etiqueta antes, investigá, consultá! El mundo de la fast fashion y lowcost es engañoso. Nos venden a precios bajos. Pero a veces lo barato sale caro, sobre todo si de forma invisible muchxs niñxs son explotadxs.
Junto a Editorial Sudestada (más precisamente su representante roquense Verónica Ramírez) quisimos cerrar esta reflexión con un cuento:
No hay tiempo para jugar
Sin recreo, le dice la seño y escribe más cuentas en el pizarrón. Lichi mira la ventana y la pelota de fútbol rebotando en los canteros. Se queda viéndola y se le ríe la cara. Vuelve los ojos a la pizarra y después al cuaderno que sigue en blanco. Se le cae el lápiz y se tira al piso a buscarlo. Cuando lo encuentra, ve que al lado está la cinta que había perdido Matilda y ahí no más la toma y de la da. La seño lo reta y le dice que vuelva al banco. Lichi se levanta y de nuevo los ojos detrás del vidrio y los chicos que corren. Podemos, pregunta, un ratito. No, responde la maestra y el hace un puchero y se pone a borrar para que crean que había escrito.
Mira a Lisandro que tiene la hoja llena de números y suspira porque sabe que no le alcanzara el tiempo para copiar. Otra vez clava los ojos en la puerta y sonríe cuando ve que afuera los de quinto le hacen morisqueta burlándose.
Dele seño, insiste. Ella lo mira, suspira, necesitas ir al baño, le pregunta. No seño, quiero ir a jugar. A la salida, cuando vayas a tu casa, le dice la seño, y sigue escribiendo en el registro.
A la salida me voy a la esquina seño, a vender pastelitos de mi mamá.
MARCELA ALLUZ de su libro «Brasa», EDITADO POR SUDESTADA 2019
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Agradecemos a Verónica Ramírez por la colaboración. Si quieren conocer más de la Editorial Sudestada pueden comunicarse con ella vía instagram: @sudestadafiske_roca