«Cuando seas grande y hayas estudiado mucho y leído muchísimos libros”,  responde la  seño a una niñita en patas cuando pregunta si puede ser poeta.

«Vos ni siquiera estudias algo relacionado a letras, no hay modo de acreditar tu formación», le dice el director de una revista a un joven apasionado por escribir artículos de arte callejero.

«Escribís más o menos bien pero de ahí a decir que sos escritora, no exageres», sentencia el de la librería cuando esa chica le pregunta si puede dejar algunos fanzines para vender a colaboración.

«No podemos darte licencia por escritora porque vos trabajas vendiendo ropa», le dice el encargado a la señora que sueña con ir a presentar su libro a la biblioteca del barrio.

El sistema dice que ciertas gentes no nacieron para el arte, todes repetimos que escribir, pero escribir bien es cosa de gente culta que anda saber cuántos títulos colgados en la pared deben tener.

La violencia intelectual es interseccional y se aplica sobre todo y más que nada sobre las mujeres y comunidad lgttbiq.

Con esto quiero decir que el menosprecio, ninguneo, negación y desprestigio sobre las producciones científicas, intelectuales, literarias y artísticas está naturalizado, institucionalizado e incluso fogoneado cuando se trata de mujeres y/o disidencias hablando, escribiendo, haciendo. Pues entonces la palabra o pensamiento pierde credibilidad,  legitimidad o valor, si viene de migrantes, gordes, pobres, analfabetxs, gays, personas que no fueron a la universidad, miembrxs de pueblos originarios, niñes, adolescentes, etc.

A diario vemos como se ridiculiza, menosprecia, burla, ningunea, denuncia, cancela y ataca a personas pertenecientes a estos grupos por escribir/hablar con lenguaje no binario, por cuestionar parámetros y ciencias hegemónicas, por animarse al arte en cualquiera de sus formas, por definirse intelectual, etc.

A diario vemos como se sigue leyendo/viendo/escuchando/comprando/pagando a les mismes de siempre.

A diario vemos como escritorxs/actorxs/musiques/etc, pierden la utopía de vivir de su arte.

A diario muches lo seguimos intentando.

Les gurises pobres de pueblos pequeños, hemos escrito toda la vida, las madres con olor a pañal y marido insatisfecho escriben lo que las academias ni se enteran, las maricas, las presas, las disca, las internas, las moribundas, les tristes, las analfabetas, los peones de piel curtida,  saben tanto de poesía como esas autoras y autores erudites que tanto les gusta nombrar, porque la poesía no es más que una verdad desnuda flotando en un campo de espinas… nosotres somos poesía, escribimos poesía, ojalá todas todas, todes, escribiéramos poesía, ojalá todo fuera poesía, ojalá ahora y siempre todo y cualquier cosa fuera poesía.

Ojalá la policía de los vuelos de las almas, muriera algún día.