Alaïa Juegos nació en un momento de cambio, cuando su creadora Jorgelina Simón, buscaba reinventarse profesionalmente y darle un nuevo sentido a su trabajo. “Estaba buscando una manera de generar ingresos que también tuviera sentido para mí”, cuenta. Venía de coordinar talleres con niños donde el juego era una puerta para abordar lo emocional, y fue ahí donde surgió la chispa: “La idea de acercar ese trabajo a las casas, a las familias, para que también pudiera vivirse en lo cotidiano”.

Durante la pandemia, esa intuición tomó forma. “Ese tiempo de encierro y cambio me empujó a crear, a animarme a mostrar lo que hacía. Así nació Alaïa, como una manera de transformar un cambio de rumbo en una oportunidad”.

El nombre no es un detalle menor: Alaïa significa “alegría” o “felicidad”. “Eso era exactamente lo que quería transmitir desde el principio”, explica. “Quería crear algo que conectara con lo emocional, con el juego, con lo lindo de compartir”.

El primer producto fue el Emociómetro, un juego con siete monstruos de colores, cada uno representando una emoción. “La idea surgió al ver lo difícil que muchas veces resultaba para los adultos hablar de emociones con los niños”, recuerda. “Quería ofrecer una herramienta lúdica, cercana y accesible, que ayudara a abrir ese diálogo desde un lugar amoroso y cotidiano”.

Alaïa se fue expandiendo con materiales que nacen de lo cercano: colores, animales, sonidos, emociones. “Una vez escuché decir que existen muchas formas de aprender, y que jugando es la preferida por todos. Esa frase se me quedó grabada porque resume exactamente lo que busco con Alaïa”.

Entre sus productos más elegidos están las guirnaldas con nombre: “Logran algo muy simple pero muy especial: personalizan, decoran, pero sobre todo, dan identidad al niño. Llevan el nombre de alguien querido, y eso ya las convierte en únicas”.

Aunque el proyecto lleva una sola firma, hay una red detrás que sostiene. “Alaïa soy yo, pero no estoy sola. Mi mamá es una parte muy importante del proceso: me ayuda con la costura de varios productos y siempre está dispuesta a sumar desde su conocimiento”. También están las amigas, la familia y las clientas, que con ideas y palabras acompañan el crecimiento del proyecto.

Los desafíos también marcaron el camino. “Uno de los más grandes fue acercarme a la costura, algo que no formaba parte de mí y que no sabía si iba a poder hacer. Empecé desde cero, con mucha intuición y prueba, y con el tiempo fui ganando confianza”. Otro reto fue animarse a vender: “Mostrar lo que hacía, armar una tienda online, entender cómo comunicarme con las personas desde ese lugar”.

Las redes sociales, especialmente Instagram y Facebook, son parte clave del alma de Alaïa. “Son el puente con quienes están del otro lado: familias, mamás, docentes y profesionales… personas reales que conectan con lo que hago”. Más que productos terminados, en sus cuentas se ve el detrás de escena: procesos, pruebas, errores. “Me gusta mostrar lo real, lo cotidiano, porque siento que ahí está la magia”.

Y cuando se trata de pensar contenidos, la mirada es empática: “Primero me ubico como clienta: ¿cómo me gustaría recibir esa información? Desde ese lugar creo y comparto”.

El futuro de Alaïa se sueña con los pies en la tierra y el corazón abierto: “Sueño con que Alaïa siga creciendo y llegando a más familias. Que cada uno de nuestros juegos acompañe la infancia desde un lugar amoroso, conectando el aprendizaje con la creatividad y la imaginación”.

“Me emociona pensar que, con el tiempo, algún juguete Alaïa se convierta en parte de esos recuerdos que guardamos para siempre: una tarde en el piso, una risa compartida”. Porque, como dice su creadora, y resume la filosofía del proyecto: “Jugar no es un lujo, es una necesidad”.

Podes ver todas sus creaciones en alaiajuegos.emprentienda.com.ar

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